Maestros que culpan a los alumnos de problemas que ellos como educadores no saben resolver

Por ANTONIO MANZANO

Cuando las escuelas, y en particular los maestros, culpan a los alumnos por los problemas sin intentar resolverlos en el ámbito escolar, y delegan la responsabilidad exclusivamente a los padres, se trata de una práctica que puede ser contraproducente. Este enfoque revela problemas estructurales y culturales en la forma en que se gestionan las situaciones de conflicto o dificultad con los estudiantes. Hay varias razones por las que esto puede suceder. Capacitación insuficiente en habilidades socioemocionales: muchos maestros no están adecuadamente formados en áreas como el manejo de conflictos, la mediación o el apoyo socioemocional. Esto provoca que, cuando surge un problema con un estudiante, algunos docentes prefieren evadir el problema o considerarlo fuera de su competencia en lugar de abordarlo en el contexto del aula. Enfoque en lo académico: en algunas escuelas, tanto públicas como privadas, el enfoque principal está en los resultados académicos, y se descuida el bienestar emocional y social de los estudiantes. Los problemas de conducta o rendimiento suelen percibirse como una «interferencia» que los docentes no se sienten capacitados para resolver.

Culpar al alumno por problemas de conducta o aprendizaje, en lugar de buscar soluciones, puede ser una forma de eludir la responsabilidad que tiene la escuela en el desarrollo integral del estudiante. Esta mentalidad se basa en una visión punitiva de la educación, donde se prioriza el castigo o la sanción sobre el apoyo y el entendimiento. Trasladar la responsabilidad a los padres: en muchos casos, los maestros o las escuelas trasladan la responsabilidad de los problemas directamente a los padres, sin reconocer que la escuela es un entorno fundamental en el que deben identificarse y abordarse muchas de las dificultades de los estudiantes. Esto sucede porque algunas instituciones creen que los problemas de comportamiento o aprendizaje son reflejo de la crianza en casa, ignorando que el entorno escolar también juega un papel crucial.

Poca comunicación efectiva: en muchos contextos escolares, la comunicación entre maestros y padres es limitada o inadecuada. En lugar de trabajar en conjunto para abordar los problemas, los maestros pueden sentirse frustrados y recurrir a culpar a los padres, lo que genera una dinámica de confrontación en lugar de colaboración. Ausencia de programas de intervención. Muchas escuelas no cuentan con programas de intervención pedagógica o de apoyo para estudiantes con dificultades. En estos casos, los maestros pueden sentirse desbordados por la situación y optar por desviar el problema a los padres en lugar de involucrarse en la búsqueda de soluciones conjuntas con los alumnos y los padres. En muchas escuelas, no se cuenta con personal especializado como psicólogos, consejeros o trabajadores sociales que puedan apoyar a los estudiantes con dificultades emocionales, de conducta o de aprendizaje. Esta falta de recursos lleva a que los maestros, que no siempre tienen las habilidades o la capacitación para manejar estos problemas, simplemente opten por trasladar la responsabilidad a las familias.

La sobrecarga de trabajo docente y el manejo de clases con muchos estudiantes pueden llevar a que los maestros no tengan tiempo o energía para abordar cada problema de manera individualizada, lo que también contribuye a que se delegue la resolución a los padres. Algunas escuelas adoptan un enfoque basado en la disciplina estricta, donde los problemas se abordan mediante castigos en lugar de intentar comprender las causas subyacentes. En estos casos, los problemas de conducta o aprendizaje se ven como fallas personales del alumno o de la familia, y no como situaciones que requieren una respuesta educativa. Un enfoque punitivo y la falta de empatía por parte de algunos maestros puede hacer que las dificultades de los estudiantes se perciban como algo que deben resolver por sí mismos o con la ayuda de los padres, sin entender que los niños y adolescentes necesitan orientación y apoyo dentro del entorno escolar.

En algunos casos, los maestros asumen que los padres deben ser los únicos responsables de manejar los problemas de comportamiento o de aprendizaje, sin considerar que no todos los padres tienen las herramientas o el conocimiento para hacerlo de manera efectiva. Esto puede generar una dinámica en la que la escuela espera que los padres «solucionen» los problemas, mientras que la escuela se desentiende.

A veces, los maestros están bajo presión por parte de la administración escolar para «controlar» la situación sin generar mayores conflictos. Para evitar conflictos dentro del sistema escolar, los maestros pueden delegar el problema a los padres, especialmente en escuelas privadas, donde hay una fuerte presión para mantener la imagen de la institución. Culpar a los estudiantes o a los padres sin ofrecer una solución efectiva puede generar estrés, ansiedad y frustración tanto en los estudiantes como en las familias. Los estudiantes pueden sentirse incomprendidos o abandonados por la escuela, lo que puede agravar aún más los problemas que enfrentan. Cuando los estudiantes se sienten culpados y no apoyados en la escuela, es más probable que se desconecten emocionalmente del entorno escolar, lo que puede llevar a una disminución del rendimiento académico, mayor desmotivación y problemas de conducta más severos.

El enfoque de culpar al estudiante y delegar el problema a los padres en lugar de trabajar en una solución compartida es una señal de que hay áreas importantes de mejora dentro del sistema escolar. Para resolver estas situaciones de manera más efectiva, es fundamental que las escuelas adopten un enfoque colaborativo que incluya a maestros, estudiantes y padres en la búsqueda de soluciones. También es clave proporcionar a los maestros más capacitación en áreas como el manejo de conflictos, el apoyo socioemocional y el trabajo en equipo con las familias. Una comunicación abierta y empática entre todos los actores involucrados es esencial para crear un ambiente donde los problemas se aborden de manera constructiva y con un enfoque en el bienestar y el aprendizaje del alumno.