Los ciudadanos del mundo tienen la obligación moral de parar la escalada de guerra mundial

Los moscovitas son de los ciudadanos más felices del mundo.

Una bomba nuclear eliminaría a una ciudad totalmente del planeta.

Por ANTONIO MANZANO

En el mundo actual, existe una fuerte división entre lo que experimenta la mayoría de la población en su vida cotidiana y lo que sucede a nivel geopolítico con los llamados «poderes fácticos» (élites políticas, económicas y militares que influyen en la dirección global). A nivel de la gente común, la mayoría de las personas alrededor del mundo se enfocan en trabajar, disfrutar de su tiempo libre y vivir de manera cotidiana. Este nivel está marcado por una búsqueda de estabilidad, bienestar, y avances tecnológicos. La mayoría de las personas intentan mantener una vida equilibrada, lidiando con problemas locales como el costo de vida, la salud mental, el acceso a servicios y el empleo. Los avances en tecnología, entretenimiento y conectividad han permitido que la población global esté más interconectada que nunca, facilitando el intercambio cultural y económico.

En un segundo nivel, los poderes fácticos están envueltos en conflictos y maniobras políticas que pueden tener consecuencias devastadoras. Una de las tensiones más visibles es el conflicto en el eje Ucrania, Rusia, Europa, OTAN. Este conflicto está anclado en las relaciones entre Rusia y Occidente, y las implicaciones geopolíticas son inmensas. El conflicto entre Ucrania y Rusia, que empezó en 2014 y escaló a una invasión a gran escala en 2022, ha polarizado a las potencias globales. Rusia ve la expansión de la OTAN hacia el este como una amenaza a su seguridad, mientras que Occidente, liderado por EE. UU. y la OTAN, argumenta que la invasión rusa es una violación de la soberanía de Ucrania. Este conflicto ha creado una nueva Guerra Fría, y algunos analistas temen que pueda llevar a una confrontación directa entre Rusia y la OTAN.

Europa, especialmente los países más cercanos a Rusia, como Polonia y los Estados Bálticos, han sido los principales beneficiarios de apoyo militar y económico por parte de la OTAN y EE. UU. Al mismo tiempo, países como Alemania y Francia han tratado de mediar para evitar una escalada más grave, aunque no siempre con éxito. Sin embargo, el conflicto ha empujado a Europa a tomar una postura más militarista y ha incrementado el gasto en defensa.

El riesgo de una escalada global existe, especialmente si las tensiones no se gestionan adecuadamente. Algunos escenarios pesimistas advierten sobre un conflicto nuclear, aunque las potencias aún tienen mecanismos de disuasión y diplomacia. Aun así, las sanciones, las operaciones militares, y los errores de cálculo podrían agravar el conflicto.

La idea de que bellas ciudades como Moscú, Nueva York, Londres o París pudieran desaparecer en un conflicto nuclear no es del todo descabellada en los escenarios más extremos. La doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD), que prevalece desde la Guerra Fría, supone que un conflicto nuclear entre las grandes potencias significaría una devastación total para ambos lados, eliminando grandes urbes y poniendo en peligro a la humanidad.

¿Qué se puede hacer para evitarlo? Aplicar una diplomacia activa y multilateral: los canales de diálogo entre Rusia, Occidente y otros actores globales deben permanecer abiertos, a pesar de las tensiones. La diplomacia internacional es clave para evitar escaladas innecesarias. La desescalada militar: es importante que tanto la OTAN como Rusia eviten acumulaciones militares peligrosas. La reducción de la presencia militar en áreas clave puede disminuir la percepción de amenaza. Apoyo a soluciones políticas en lugar de militares: las negociaciones que favorezcan una solución pacífica en Ucrania deben ser priorizadas, con énfasis en el compromiso y el respeto por la soberanía. Es esencial el control de armas nucleares. El fortalecimiento de tratados de control de armas, como el New START (tratado de reducción de armas estratégicas), es esencial para evitar el uso de armas nucleares. Hay que potenciar la conciencia y activismo global: las personas, a nivel mundial, pueden presionar a sus gobiernos para que busquen soluciones pacíficas. El activismo social y la opinión pública son factores que han influido en decisiones gubernamentales en el pasado. La educación y resistencia contra la desinformación: las narrativas manipuladas o propagandas belicistas pueden incitar al miedo y a la violencia. La educación y la crítica consciente son necesarias para evitar caer en discursos extremistas.

En definitiva, aunque las tensiones globales son preocupantes y el riesgo de conflictos catastróficos existe, la humanidad ha demostrado una notable capacidad para evitar el desastre a través de la diplomacia y la racionalidad. Las ciudades como Moscú, Nueva York, Londres y París son iconos globales de civilización y progreso, y la mayoría de los actores involucrados entienden que un conflicto de gran escala destruiría no solo estas ciudades, sino también la estabilidad mundial. Mantener un enfoque en la diplomacia, la cooperación y la paz es clave para evitar escenarios apocalípticos. Los ciudadanos de todas partes del mundo deben salir a la calle para presionar a sus gobiernos y a los poderes fácticos para que se dediquen a la paz. Ni el gobierno de Rusia ni los de los miembros de la OTAN deben seguir con la dinámica de la guerra, que destruye al pueblo ucraniano paulatinamente y puede desencadenar lo que ningún ciudadano del planeta desea: el colapso nuclear.